Las empresas se preocupan constantemente de los posibles peligros que pueden correr sus fructíferos o no tan fructíferos negocios, invirtiendo grandes cantidades de capital y esfuerzos en realizar análisis de mercados, de riesgos y sobretodo, de la competencia. A raíz de los resultados obtenidos en estos análisis, las empresas pueden llegar a detectar los riesgos externos que pueden afectar en más o menos medida al negocio y, por lo tanto, estos análisis se convierten en útiles herramientas que pueden ayudar a las compañías a ser proactivas, elaborando a partir de los datos obtenidos, planes de actuación con el objetivo de mitigar las amenazas externas.
No obstante, la mayoría de empresas olvidan algo muy importante. Y es que en ocasiones, las amenazas no vienen sólo de fuera, sino también de dentro de la propia empresa. ¿Acaso no hemos visto casos sobre espionaje y contraespionaje entre empresas del mismo sector? Los últimos casos más sonados han sido el de la escudería McLaren a Ferrari y el del presunto espionaje de Renault a McLaren, pero también tenemos algún caso ya histórico, como por ejemplo el del presunto espionaje de Volkswagen a General Motors en la década de los 90, personificado en la persona del ingeniero español López de Arriortúa, conocido también como SuperLópez, y varios de sus colaboradores, y que finalmente vió como el caso quedaba archivado por la justicia alemana.
También hemos visto casos de apropiación indebida de documentación interna de la compañía con fines ilícitos, como el caso ocurrido en julio de 2006, en el que tres empleados de The Coca-Cola Co., entre ellos una ayudante administrativa de un alto ejecutivo de la compañía, robaron información confidencial que incluía la muestra de una nueva bebida y decidieron venderla a PepsiCo Inc., su principal competidor, por 1.5 millones de dólares. PepsiCo Inc. Actuó honradamente y denunció el caso. Los tres empleados de The Coca-Cola Co. fueron acusados de fraude y de robo y venta de secretos industriales.
Según el estudio “Crimen económico: Gente, cultura y controls” que PricewaterhouseCoopers (PwC) ha elaborado entrevistando a 5.428 firmas de 40 países, refleja que un 43% de las empresas han reconocido haber sido estafadas en los últimos 24 meses, tanto por agentes externos como por sus propios trabajadores.
No obstante, la mayoría de empresas olvidan algo muy importante. Y es que en ocasiones, las amenazas no vienen sólo de fuera, sino también de dentro de la propia empresa. ¿Acaso no hemos visto casos sobre espionaje y contraespionaje entre empresas del mismo sector? Los últimos casos más sonados han sido el de la escudería McLaren a Ferrari y el del presunto espionaje de Renault a McLaren, pero también tenemos algún caso ya histórico, como por ejemplo el del presunto espionaje de Volkswagen a General Motors en la década de los 90, personificado en la persona del ingeniero español López de Arriortúa, conocido también como SuperLópez, y varios de sus colaboradores, y que finalmente vió como el caso quedaba archivado por la justicia alemana.
También hemos visto casos de apropiación indebida de documentación interna de la compañía con fines ilícitos, como el caso ocurrido en julio de 2006, en el que tres empleados de The Coca-Cola Co., entre ellos una ayudante administrativa de un alto ejecutivo de la compañía, robaron información confidencial que incluía la muestra de una nueva bebida y decidieron venderla a PepsiCo Inc., su principal competidor, por 1.5 millones de dólares. PepsiCo Inc. Actuó honradamente y denunció el caso. Los tres empleados de The Coca-Cola Co. fueron acusados de fraude y de robo y venta de secretos industriales.
Según el estudio “Crimen económico: Gente, cultura y controls” que PricewaterhouseCoopers (PwC) ha elaborado entrevistando a 5.428 firmas de 40 países, refleja que un 43% de las empresas han reconocido haber sido estafadas en los últimos 24 meses, tanto por agentes externos como por sus propios trabajadores.
Según este informe, aproximadamente una de cada dos empresas ha sufrido un fraude económico en estos dos últimos años traducido en corrupción, sobornos y apropiación de la propiedad intelectual entre otros. Estafas perpetradas muchas veces por los propios empleados de las compañías, incluidos altos cargos, que pueden llegar a convertirse en un duro golpe para la moral de la organización. Todavía llegan a nuestros días ecos del escándalo del coloso texano de la energía Enron, que se llevó por el camino a otro gran coloso, como la firma auditora Arthur Andersen, al destruir documentación sobre las deudas de Enron y ocultar información sobre el enorme endeudamiento existente.
A lo largo de la historia empresarial, han existido empresas que han alcanzado el éxito pero se han venido luego estrepitosamente abajo y han comenzado a cosechar malos resultados debido a una mala gestión de la Dirección de la compañía y una “mala” decisión de “alguien” en un momento determinado. Altos y antiguos directivos, (también denominados “Dinosaurios”) se aferran al sillón de su despacho y no salen al pasillo por si acaso alguien se da cuenta de que existen y al final, “amablemente”, les invitan a “abandonar el barco”. En muchas reorganizaciones o aplicación de nuevas tecnologías o procesos, podemos observar un rechazo al cambio por parte de algunos empleados, que provoca sobretodo desmotivación en gran parte de la organización y, en algunos casos, ralentización de los procesos. Y últimamente están proliferando los casos de mobbing en todos los niveles de las jerarquías, donde podemos observar casos como desde no asignar a determinados proyectos a ciertos empleados, que siguen eternamente sin participar en ningún proyecto, hasta apartar de la gestión de equipos y toma de decisiones estratégicas a numerosos directivos.
Como podemos observar en todos estos ejemplos, la propia organización es un gran caldo de cultivo, compuesto de situaciones y personas que pueden llegar a hacer daño a la propia organización, en contra de sus propios objetivos e intereses.
El enemigo no tiene condición alguna en especial y puede estar infiltrado en cualquier jerarquía de la organización. Lo podemos encontrar en la Alta Dirección y Comités Ejecutivos, como en los niveles inferiores de la organización, pasando por los mandos intermedios de la misma.
Es importante que las empresas se den cuenta de la amenaza que supone un enemigo interno, ya que es muy perjudicial para la salud de la organizaciones. Es vital que puedan detectarlo lo más pronto posible y puedan establecer planes para mitigar y neutralizarlo. Cohabitar con estos elementos negativos a medio o largo plazo es contraproducente. Un ataque interno puede ser más lento, pero no por eso menos letal (incluso puede ser peor), que un ataque externo. Las empresas de hoy deben ser conscientes de que el enemigo está dentro.
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